Julia Takacs, bronce en los 50km marcha y primera medalla para España en los Europeos
La atleta española, de 29 años, ha terminado tercera con un tiempo de 4h 15m 22s una prueba ganada por la portuguesa Inês Henriques.
Ante la ola de calor que asola a Europa, las autoridades sanitarias han pedido a los berlineses que antes de sacar a pasear al perro calculen con la palma de la mano si el asfalto está muy caliente, y si así les parece, que les pongan unos patucos en las patitas a sus canes para que no sufran, y Chuso García Bragado se afana en cortar con unas tijerillas una botella de plástico de coca cola para lograr, por un lado, que el líquido se quede sin gas rápidamente, pues el gas rompe el estómago de las atletas que marchan, y, por otro, enfriarla rápidamente con hielos a granel, y luego la vierte en botellitas pequeñas.
Son los 50 kilómetros marcha, y Julia Takacs camina feliz y veloz sobre el asfalto ardiente que no siente bajo sus pies ligeros. Le quedan solo ocho kilómetros.
Chuso, el veterano eterno, ha resistido menos. “El chasis ha dicho basta”, dice, frustrado porque con los años los músculos ya no le obedecen como antes, se le resisten. Un trallazo en el muslo derecho en el kilómetro 20, cuando intentó acelerar, le informó de que el bíceps femoral le había dejado de funcionar. Decidió entonces continuar pero solo para echarle una mano a Takacs, la atleta con la que se entrena, ambos a las órdenes de su pareja, Montserrat Pastor. Como la había doblado unos kilómetros antes –el circuito es de dos kilómetros y hombres y mujeres han salido a la vez, una prueba mixta de marcha por primera vez en la historia de los campeonatos-, Chuso la espera e intenta aguantar el ritmo de la compañera, lo que le cuesta. “Julia me dijo que me fuera, pero le dije que me quedaba con ella un rato, y me quedé con ella, más bien detrás de ella, a rueda, los cinco o seis kilómetros que pude, para darle tres o cuatro consejos”, dice el marchados de Canillejas , de 48 años, y ya campeón del mundo hace justamente 25. “No se trataba de agobiarla sino de tranquilizarla, que no cambiara de ritmo para alcanzar a la tercera, que no se acelerara, tranquila, tranquila, a su ritmo bueno, cinco minutos y poco el kilómetro… Y la vi muy segura. Y cuando alcanzó a la tercera, me paré”.

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